La propuesta se basa en la creación de un local de marcado carácter mediterráneo, pero que, a su vez, mantenga la esencia de la vivienda y la ciudad en la que se ubica, fusionando así, lo siciliano con lo gallego, la gastronomía con la artesanía. Con una planta en tubo que se divide en dos zonas y una reducida apertura a la fachada principal, se planteó una distribución contraria a lo habitual, trasladando la zona de trabajo a la entrada, de manera que, ya desde el inicio, el cliente se sumerge en la experiencia de la auténtica cocina siciliana, con el horno de leña como protagonista y los pizzeros lanzando la masa al aire como reclamo en el escaparate. La propuesta se basa en la creación de un local de marcado carácter mediterráneo, pero que, a su vez, mantenga la esencia de la vivienda y la ciudad en la que se ubica, fusionando así, lo siciliano con lo gallego, la gastronomía con la artesanía.

Ya en el interior, se conserva la cocina original de la vivienda, con lareira y fregadero de piedra, generando un hall de entrada a los comedores. A continuación, se encuentra el primer comedor, con un lucernario lleno de plantas crasas y helechos, con las paredes rematadas en llanos de mortero de cal y cestería de un artesano local. A éste espacio le sigue una terraza cubierta con techo de cristal y una tela de lino que tamiza la luz natural que se expande a lo largo de las dos salas. Aquí se mantuvieron en piedra las paredes originales de la vivienda y se creó un muro de hornacinas donde se expone cerámica tradicional siciliana y gallega. Por último se llega a una gran terraza exterior con un olivo en el centro que sirve de punto focal, visible desde la entrada del restaurante.